Qué son los neumáticos
El neumático es una pieza fabricada de caucho, hule negro y mayas o varillas delgadas de metal que se coloca en la rueda de un vehículo para darle adherencia, estabilidad y confort. Es el único punto de contacto de un vehículo con el suelo, por lo que depende del neumático el movimiento de la unidad, así como la seguridad de las persona que están dentro del vehículo.
Del neumático depende, en gran medida, que la rueda pueda realizar sus funciones principales: tracción, dirección, amortiguación de golpes, estabilidad y soporte de la carga. Normalmente no pensamos mucho en las llantas o neumáticos hasta que se ponchan y se quedan sin aire, por eso es vital que tengamos en cuenta la importancia que éstas tienen en el auto o la unidad de transporte que utilicemos. Debemos cuidar que el estado del neumático sea el correcto, que no tenga cortes, grietas o deformaciones y su presión de inflado debe ser la adecuada.
Una característica básicas del neumático es su elasticidad, lo que permite que el neumático soporte los esfuerzos que le exige el manejo diario de la unidad; otra es la durabilidad, que garantiza que el neumático sea capaz de realizar sus funciones por largo rato y la tercera característica importante es su agarre que debe ser adecuado sobre piso seco y mojado.
Dibujo y presión de inflado
El dibujo de la banda de rodamiento del neumático, es muy importante ya que, debe permitir mantener el mayor superficie y tiempo de contacto entre la llanta y el suelo. El dibujo permite desalojar el agua que se interpone entre el neumático y el suelo, manteniendo el contacto del neumático y el piso. El dibujo debe estar en buenas condiciones, y contar con una profundidad adecuada, ya que si no está colocado en la posición correcta y con el dibujo adecuado, el neumático podría flotar sobre el agua, dando lugar a la pérdida de control del vehículo, lo que denominamos acuaplaneo.
El neumático es el responsable de buena parte de la energía que consume el vehículo para su desplazamiento. Se calcula que el 20% del combustible que se gasta en un vehículo, se consume en los neumáticos. Por eso, una llanta que es encuentre en condiciones óptimas con una presión de inflado adecuada, ayudará a ahorrar combustible; a la inversa, un neumático en malas contidiciones y con una presión de inflado deficiente, repercutirá en un mayor gasto de combustible.
La presión de inflado debe ser revisada de forma periódica en todos los neumáticos, incluyendo la de repuesto; se recomienda que se revise la presión al menos una vez al mes, o antes de un viaje en carretera. La manera correcta de medir la presión, es cuando la llanta esté fría, lo que significa que el coche debe haber estado detenido durante al menos dos horas o con un trayecto no mayor de 5 kilómetros como máximo a una velocidad inferior a 50 km/h. Si no se hace de esta forma, la medición de la presión de la llanta se verá alterada por el calentamiento generado por el neumático al rodar.
Por último, debemos recordar que la vida útil de un neumático es limitada; pero la duración de la llanta no sólo se limita al desgaste del dibujo, sino que también a la degradación de la goma de la llanta en general. Realmente, los compuestos químicos que forman parte del neumático están hechos para durar varios años; sin embargo, con el paso del tiempo sus propiedades se van degradando hasta perder la elasticidad que les es característica, dependiendo de las condiciones de manejo, el tipo de piso en que son rodadas y las variaciones de temperatura a que son sometidas.
Por eso, se suele recomendar que se les dé un tiempo máximo de uso de uso de cinco años si el neumático ha estado bien conservado y mantenido. Pero debemos recordar que el tipo de piso en que son rodadas las llantas, la exposición prolongada al sol, pueden contribuir a la degradación prematura del neumático; así como también los golpes a las banquetas, comunmente conocidos como banquetazos, pueden acabar con la estructura interna de la llanta en muy poco tiempo.